¿Cuántas veces has intentado algo y no te ha salido bien?

Todos podemos contar una y otra vez. Y si, porque entre más veces cuentas de algún fracaso, es posible que aúnado a esto te encuentres más cerca de lo que anhelas, y más lejos de lo que no que quieres.

Todos pasamos por estas etapas, pero hay veces que no te sirven las típicas palabras de: «¡Ánimo!» «Échale ganas» «Tu Puedes» y esto es simplemente porque nos centramos en el hecho de que hemos fracasado.

Más allá de quedarnos encapsulados en el «no salió como lo esperado» podemos echar un vistazo al: «¿Qué tengo qué cambiar de mi mismo?» o «¿Estaría dispuesto a cambiar para encajar con «los demás»?»

Antes pensaba que la desesperanza era un mal, que había que evitarla a toda costa, era sufrimiento, llorar y miedo. De esos episodios de tu vida que en realidad quieres borrar, porque tu mundo de repente, se vuelve oscuro y sin sentido. Y en lugar de tratar de encontrar una salida, vas golpeando muros que simplemente no alcanzas a visualizar.

A mi lo que me encanta es esa parte creativa del ser humano, en donde podemos pasar de una desesperanza a un aprendizaje, lección, introspección y al último un desarrollo. Porque en realidad creo que la desesperanza es sólo un paso atrás de la esperanza, de levantarte, seguir viviendo como un ganador. ¡Si! Porque lo que ganamos es una lección, un aprendizaje, nuevos amigos, nuevas experiencias y sobre todo: la esperanza de hacer las cosas diferentes para obtener un resultado diferente.

Sé que para muchos, cuando nos caemos parece el fin, parece que jamás habrá otra oportunidad y que nos mantendremos así… ¿Qué tal que tu caída en realidad obedece a no seguir por ese camino? Si no reorganizarte, cambiar el rumbo y prepararte mucho más para lo que viene.

El mundo espera que caigamos en paradigmas y clasificaciones. ¿Qué si tu impones tu nuevo paradigma? ¿Qué si creas otras opciones?

Nada pasa por casualidad… Todo tiene un plan, un plan de bienestar y no de mal, para que tengamos un fin perfecto.