Era de noche, las calles alumbradas, la gente pasaba disfrutando el ir y venir.
Hacía frío, así que caminábamos del brazo, platicando, comentando. Hasta llegar a sentarnos en el café.
No es que la plática fuera muy intelectual, solo se trataba de pasar el rato.
Se pasó el tiempo entre la charla y las risas, ya era hora de regresar.
Lo normal, lo de siempre, caminar y volver a casa sin más.
Fue entonces que cerré los ojos.
Seguía haciendo frío, pero sentí el abrazo.
En esos instantes hasta la temperatura cambió, las luces se hicieron más radiantes, y la gente se hizo sombras, sentí ese beso que me estremeció…
Y entonces desperté.
No vi tu rostro, no supe quien eras, pero si, eras tú.